Hilván de vida y sueño

 

Hilván de vida y sueño

Sinopsis

Durante una angustiosa noche de desvelo, el paciente número 106 de un centro psiquiátrico nos invita al interior de su compleja persona. Las numerosas elipsis surgidas en su relato, deberán ir siendo completadas por el lector, en el que busca la conmiseración y empatía suficiente para corroborar su cordura y justo hacer.

Pero la realidad que lo rodea es otra distinta a la que pretende mostrarnos en ese ejercicio de hilvanado de vida y sueño.

Gestación de la novela

Por aquel entonces todo era Filosofía y Literatura; pero era mi secreto, por la vergüenza de usar tales magnitudes con aquella boca sin pulir. Daba igual lo que hiciese, donde mirase, con quién hablara. Todo eran corrientes de pensamiento, relaciones, silogismos, anatemas, dudas metódicas o existenciales, Hegel, Kant, Nietzsche, Schopenhauer; y lo combinaba con el trabajo en un gimnasio, al que asignaba la categoría de aderezo ateniense para integrarlo sin impostura en el puzle de mi incierta vida. Rara vez se me veía sin la mochila enganchada al hombro, y dentro mezclados Stendhal con camisetas pellizcadas por el choque de dos mancuernas; Kafka y toallas a medio secar; clásicos comprados por necesidad, que pensaba leería alguna vez, con un trozo de barra de pan. Cenaba tarde, y siempre solo, directamente del cazo o de la sartén y bebía a morro de la misma botella de cristal. Después me refugiaba en aquella cueva sin horarios; sin orden alguno de ropa, que transportaba en brazados de la cama a la silla y viceversa. Papeles y papeles por el suelo, libros, pelusas, un viejo ordenador de segunda mano. La madrugada era mi Arcadia, letras, historias, el mago Cebrián, las campanadas cortas de las horas más oscuras, el crotorar incomprensible de las cigüeñas, cachos de días soltados sin criba sobre un hueco de escritorio, su escrutinio, su mezcla con la noche y sus leviatanes. Todo comodidad y bohemia. Allí nació Hilván de vida y sueño. No habían caído las torres, el fin del milenio estaba cerca y, aunque sí sobrevolaba una vaga inquietud, no podía imaginarme el cambio de ritmo que le imprimiría a los días el paso de aquella frontera de ceros.

En el año 2009, saqué una versión reducida de aquel texto para el Certamen de Novela corta Ciudad de Tíjola y tuvo la fortuna de ser la ganadora.